Al poco tiempo, la mona vio cómo cada vez su parte estaba más seca. La tortuga, por su parte, plantó la suya y pronto se llenó de hojas, flores y plátanos.
La mona se moría de envidia y quería venganza. Tan sólo tuvo que esperar a que la tortuga le volviera a pedir ayuda. La tortuga no podía trepar para coger los plátanos, así que tuvo que recurrir a la mona. Pero, ésta, en vez de cogerle los plátanos, se los iba comiendo y tirando encima a la tortuga.
La tortuga, asustada, corrió a esconderse. Tenía miedo y le dijo a la mona:
– Hazme lo que quieras, pégame si quieres, pero no me tires al agua- señaló la pobre reptil.
La mona, poco lista, cayó en la trampa y lanzó al agua a la tortuga. Pensaba que sería un castigo para ella, y se desharía por completo de la tortuga. ¡¡¡Pero no!!! Las tortugas, en el agua, no tienen competencia. Así, que la buena de la tortuguita pudo escapar de las garras de la mona.
Es muy importante saber buscar soluciones ¿qué hubieras hecho en el caso de la tortuga?