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Se estima que cada año nacen en todo el mundo al menos 20.000 niños mediante este tipo de explotación, según la ONG suiza International Social Security, la mayoría de los menores provenientes de esta explotación reproductiva vienen de Estados Unidos y de Ucrania.

En concreto, los registros civiles de los consulados de España en el extranjero han recibido 3.516 solicitudes para inscribir a bebés nacidos desde 2010 hasta 2022. Solo en el año 2022, 165 bebés se han inscrito en los consulados españoles por esta técnica.1

Algunos de los países con demanda de explotación reproductiva:

1. GRECIA Y BULGARIA

Diversos informes de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) en Bulgaria indican que la trata por explotación reproductiva está aumentando de forma significativa en las mujeres búlgaras con algún tipo de problema económico o de drogadicción.2

En este caso, las mujeres son trasladadas hasta Grecia a través de la frontera terrestre acompañadas por un miembro del grupo delictivo.

Al nacer el niño/a, se inscribe al recién nacido con la madre biológica, mientras que un hombre griego reconoce al niño como suyo a través de un notario oficial. Seis meses después, la madre renuncia a sus derechos como progenitora y los padres que han contratado la explotación reproductiva reconocen el bebé mediante un proceso de adopción.3

Aunque en algunos casos las mujeres prestan su consentimiento para participar en este delito, en la gran mayoría de los casos, se trata de un consentimiento viciado puesto que sufren diferentes tipos de coacciones y son obligadas a vender a sus bebés por deudas u otras formas de coacción.3

De este modo, los tratantes utilizan los procedimientos legales de adopción para legitimar una actividad delictiva. Según la Fiscalía de Casación, esta forma de explotación es más frecuente en la segunda ciudad más grande, Burgas, aunque se ha producido una reducción del número de casos en los últimos años, probablemente debido a la pandemia y a las correspondientes restricciones para viajar.3

2. INDIA Y TAILANDIA

Estos países asiáticos han sido muy populares, pero desde el año 2019 han prohibido la práctica comercial de la explotación reproductiva debido a casos de trata de personas y como herramienta para intentar evitar que mujeres pobres se sometieran a esta práctica a cambio de dinero.4

Sheela Saravanan, investigadora india con un doctorado en salud pública, explica que las mujeres en India que acceden a gestar a un bebé, en la mayoría de las ocasiones son pobres y firman un contrato que no pueden leer porque no saben.

“De hecho, al 90% de las mujeres ni se les entrega una copia del contrato. Y están constantemente vigiladas, escondidas en sótanos. Muchas madres de alquiler en la India son retenidas en ‘dormitorios’ comunes durante aproximadamente un año: desde el momento de las pruebas de transferencia de embriones hasta después de la entrega del bebé, incluso más tiempo si los compradores, llamados padres de intención, las necesitan para la lactancia materna y el cuidado de los bebés a modo de niñera hasta que pueden llevárselos”.4

3. UCRANIA

Otro de los países con gran demanda de explotación reproductiva es Ucrania. Este país, conocido como ‘el útero de Europa’, ha aparecido en los medios de comunicación debido a que miles de bebés gestados por madres de alquiler se habían quedado atrapados en este país a causa de la pandemia y posteriormente de la guerra.

El coste de esta práctica -a mitad de precio que en países como EE.UU.- y la legislación laxa al respecto, han impulsado el crecimiento de este negocio en Ucrania, el segundo país más pobre de Europa.

Las madres ucranianas ganan entre 12.000 y 14.000 euros, de los 70.000 euros que paga la persona que solicita la gestación. Un dato que pone de manifiesto el gran porcentaje que se queda la clínica y la necesidad económica por la que pasan las mujeres que acceden a ello.5

¡RECUERDA!

Se puede considerar que la explotación reproductiva puede tener como consecuencia situaciones de violencia, e incluso, de trata de mujeres con fines reproductivos a beneficio de las personas que cuentan con más recursos y que se aprovechan de las circunstancias de mujeres vulnerables.

Además, debemos recordar que esta práctica es un negocio con la infancia y convierte al niño o niña en una mercancía, privándole de sus derechos fundamentales, y convierte la infancia y la maternidad en un negocio de la pobreza y vulnerabilidad.

Fuentes: